martes, 14 de febrero de 2012

Tal vez ahora



Un edificio se contemplaba por toda la cuidad, era una universidad de prestigio especializada en gastronomía, muchos jóvenes entraban bastante alegres, decididos, y muy seguros de ellos mismos, una joven estaban en la entrada del edificio, ella tenía una expresión de inseguridad.

-Y si ¿no lo hago bien? -Se cuestionó así misma Camille. Ella era una joven de veinte años, de tez blanca, sus ojos de tonalidad rubí, tenía cabello negro, era ondulado y lacio que le llegaba hasta sus hombros, vestía una filipina con un pantalón negro casual -No puedo rendirme, es mi sueño, aun es muy pronto -Así ingreso a la institución un poco nerviosa, caminó temblorosa por los amplios pasillos hasta llegar al lugar donde presentaría su prueba

Camille estaba enfrente de la puerta. Paso saliva, su cuerpo seguía temblando, pero ella no abandonaría su sueño, poniendo su mano en el picaporte abrió la puerta. Había varios utensilios de comida en la habitación, así como mesas de metal y algunas estufas para cocinar. Se acomodó su cabello cuidadosamente metiéndolo en la red para pelo, después coloco su Toque Blanche sobre la cabeza y se preparó desplegando infinidad de cubiertos en una de las mesas.

-Veo que estás lista para la prueba Camille -Un hombre observó a la joven. Su tez era morena, sus ojos eran cafés, su mirada era seria, él tenía la misma vestimenta que ella -Esta vez yo seré el que juzgue tu platillo, sorpréndeme –Bufó.

-Haré lo mejor posible.

Así dio inicio su prueba, al sacar todos los ingredientes y al colocarlos en la mesa, tomó unos simples cuchillos, así comenzó. La Camille que había ingresado a la universidad ese día había desaparecido, ahora se encontraba una joven dando cortes hermosamente, su precisión, su velocidad habían cambiado considerablemente, una sonrisa cubría su rostro. Ella nunca considero cocinar como algo que se hacía por necesidad, siempre lo vio como algo hermoso que no muchos podían conseguir, así desde niña dio su arranque su sueño de ser una de las mejores chefs del mundo. El tiempo transcurría rápido, los minutos se iban consumiendo mientras a Camille no parecía importarle, ella estaba perdida en la belleza de cocinar.

-Se acabó el tiempo, veamos que has conseguido -El maestro se acercó a la mesa de la joven, quedo un poco asombrado, su mesa estaba impecable, no encontró rasgos de suciedad, observó los cubiertos lavados y escurriendo -Me sorprende tu orden Camille, esperemos que el sabor de tus platillos sea de mi agrado

-Gracias, no es nada, para mi cocinar es algo hermoso e indescriptible, por eso quiero ser una de las más grandes chefs del mundo -Comentó orgullosa por su trabajo -Si gusta probar -Ella fue colocando los platillos en orden en la mesa, había distintos platillos, una sopa de pasta, una ensalada César, un corte de res acompañado por finas hierbas
-Bien probemos -El hombre tomó una cuchara y comenzó con la sopa, dio un gran sorbo, su expresión cambio un poco, dio un suspiro y prosigo con cada uno de los platillos, al terminar de probar todos dirigió su mirada hacia Camille -Tiene mucha razón, cocinar es algo hermoso, y con cada platillo me lo has demostrado, tiene gran potencial jovencita, no dudo que llegues a ser grande, felicidades… has pasado esta prueba.

-Gracias -Ella extendió su mano y estrecho la de él, su felicidad y su satisfacción la hacían sentirse orgullosa de su logro.

-Creo que ya es hora de que sueltes mi mano -Sugirió el

-Sí, l-lo siento -Respondió muy abochornada, su éxito evito que se diera cuenta que no lo había soltado.

-Con su permiso me retiro Camille, nos veremos después.

-Si -Al irse el maestro, ella dio un gran suspiro y se quito su toque blanche y su red, no le agradaba el hecho de tener su cabello envuelto en esa “urdimbre” así salió de la habitación.

Camille se encontraba fuera de la universidad, vestía diferente, ya no traía la filipina y había cambiado su pantalón, ahora vestía una blusa de magna larga blanca, unos jeans, y una zapatillas. Dio un vistazo a su teléfono, noto la hora y se sorprendió ya había pasado una gran parte del día, un gruñido resonó de su estomago, había estado tan nerviosa que olvido desayunar.

-Creo que iré a buscar alguna cafetería cercana. -Se dijo a si misma buscando algún restaurante o cafetería.

Su búsqueda no fue tan larga, caminó unos cuantos minutos hasta encontrar una cafetería, parecía ser una cafetería clásica, lo que le llamó la atención fue el nombre de ésta “Que le sommeil” sin buscar más entro a aquél rústico y simple establecimiento… 
Las paredes eran de un color caoba y los marcos de las ventanas verde olivo. Había un olor tan agradable en el ambiente que de inmediato Camille quedó impactada con el lugar.
Se acercó a la mesa más pequeña que había disponible y seguido tomo asiento. Observó de nuevo el lugar y cuando bajó la vista apareció una carta ante sus ojos.
-¿Desea ordenar? –Preguntó un joven con aspecto de ángel; ojos azules y piel blanca; cabello rubio y liso, que caía con gracia en su frente.
-E-eh, A-ah… si. –Balbuceó Camille al ver al joven hombre a los ojos. Miro la carta rápidamente y después volvió sus ojos hacia él. –Quiero un café cappuccino y un omelette  rústico, por favor.
-Entendido. –Dijo el hombre mientras anotaba y momentos después se iba.
-Vaya que hay gente hermosa en el mundo. –Pensó Camille mientras seguía con los ojos persiguiéndolo.
 Fue una comida satisfactoria, sin embargo; Camille sentía que faltaba cierto ingrediente en el omelette.
Si tan sólo hubiera agregado un poco más de sal y no hubiera dejado tanto tiempo al fuego.
Dejó en una pequeña nota bajo la propina al momento de que se iba.
-Vaya… -Soltó el joven hombre asombrado al ver la nota.
Al siguiente día, Camille volvió a ir al mismo café, sólo que esta vez no fue atendida por el mismo hombre de la última vez, ya que este se encontraba atendiendo a las personas en la caja.
-Que lástima. –Se dijo a si misma mientras veía como él sonreía cada vez que alguien entraba al café.
Era un rostro perfecto, contrastado con una sonrisa simple pero encantadora. Sus ojos verdaderamente brillaban cada vez que alguien se iba del café con una sonrisa. Era simplemente espectacular mirar a alguien que amara tanto su trabajo.
Cada día era algo nuevo que Camille encontraba curioso y encantador en aquel hombre, su voz suave pero fuerte; sus manos delicadas pero masculinas; sus movimientos con gracia mientras atendía a las personas, siempre con una gran sonrisa.
Un día Camille se armó de valor y decidió hablarle por primera vez. Las manos le sudaban y apenas podía pensar en otra cosa que no fuera quedar en ridículo frente a aquel hombre. Tenía miedo de arruinarlo todo y no poder volver nunca más a aquel café que tanto adoraba.
Pidió un café y espero unos minutos para dar el primer sorbo. De repente su celular comenzó a sonar y, por los nervios y las prisas no supo que hacer. Meneó su mano en un intento de dejar el café en la mesa, pero este se golpeó con la punta de la misma y se derramó gran parte del café.
-¡Oh, por Dios! –Exclamó ella mientras buscada en la mesa las servilletas, esperando que no se regara el café y llegara hasta sus pantalones.
Uno, dos, tres segundos pasaron para que “algo” apareciera de repente y limpiara perfectamente la mesa.
-¿Un ave? ¿Superman? –Pensó al no poder captar que era lo que había limpiado la mesa, o más bien quién había sido. -¿Una persona? –Dijo al ver como aquel hombre que había estado observando durante los últimos días se ponía recto y la miraba apenado.
-¡Lo siento mucho! –Gritó rápidamente al ver como ella lo miraba asombrada. -¡No quise ser una molestia para usted!
-¿Eh? –Soltó Camille. –No, no… tranquilo, sólo me sorprendiste un poco. –Expuso intentando calmar a aquel hombre.
-Ah, usted es… -Dijo él un poco más tranquilo. –La clienta que siempre deja una pequeña nota.
-¡No puede ser! –Pensó Camille avergonzada. -¡Me ha identificado!
-Mi cocinero me ha pedido personalmente que le haga llegar esas notas siempre que lleguen. Al parecer su orgullo se debilitó un poco al saber que había alguien que creía que su cocina podía mejorar.
-No fue mi intención ofenderlo, lo lamento. –Murmuró para que nadie más los escuchara.
-No, no, tranquila.
-Disculpe… ¿Puedo decirme su nombre? –Preguntó Camille con las orejas caliente por la pena. Temía que aquel joven pasara de ella.
-Claro… me llamo Alexis. –Respondió él con su característica sonrisa. -¿Cuál es el de usted?
-Me llamo Camille. –Exclamó apresurada y emocionada al escuchar que él tenía tan sólo un poco de interés en ella.
-Mucho gusto Camille. –Comentó manteniendo su semblante de siempre.

-El placer es mío Alexis. –Dijo sonrojada ante el que tenía más interés en ella, él la vio fijamente, comenzó a abochornarse cada vez más, sin quitar su mirada de la suya comenzó a murmullar entre dientes, así no aguanto más y por acto reflejo pregunto. -¿Qué no ese es nombre de mujer? -De inmediato tapo su boca con sus manos, súbitamente sólo bajo la mirada. Lo que parecía ser un buen inicio se derrumbo, sólo se hizo a la idea de que él se fuera indignado.

-Si –Rió muy divertido ante la pregunta -Me lo han dicho algunas veces.-

-Lo siento…- Se disculpó ruborizada de sus palabras. Levantó un poco su mirada para ver la suya

-No tienes porqué disculparte Camille. -Aclaro regalándole una sonrisa

El celular sonó una vez más, Camille no prestó debida atención, ella estaba aun perdida en el momento que estaba viviendo. Alexis se acercó un poco más a ella, el rubor en sus mejillas aumentó hasta el punto de tener la impresión de tener fiebre. 
-¿No vas a contestar? -Preguntó un poco preocupado al ver que Camille no reaccionaba.

-S-si -Respondió muy ruborizada. Temblorosa fue extendiendo la mano hasta tocar su celular y contestar. Ella solo respondía con cosas simples a la llamada, sus pensamientos estaban perdidos en esa cálida y dulce mirada de Alexis.

-¿Era importante? -Interrogó interesado.

-Me temo que si… -Dio un gran suspiro y miró con tristeza a Alexis -Lo siento, debo irme…

-Parece que es muy importante… -Él se acercó, puso su mano en su cabello y lo acarició suavemente -No te preocupes por el café, va por parte de la casa, nos veremos en otra ocasión Camille…

Camille se quedo sin palabras, todo había salido muy diferente de cómo lo vio en su mente. Trato de hablar, pero ninguna palabra emanó de su boca así que se limito a asentir y ver partir a aquel que le era un desconocido hasta ese día. Se puso de pie y partió de ahí con un sentimiento que no sabía expresar muy bien.

Así iniciaron a pasar los días, Camille iba mejorando, avanzando un paso más cada día para alcanzar su sueño. Se daba prisa de terminar sus clases, para ir a la cafetería. Se había vuelto una costumbre, sentarse en la misma mesa donde habían hablado por primera vez con él, el mismo camarero, conversar acerca de sus sueños y de cómo se sentía. Siempre un nuevo platillo que ponía a prueba al cocinero que siempre trataba de llenar las expectativas de Camille sin éxito alguno.

El día no era alentador, cantaros de lluvia azotaban a la cuidad, no daba tregua alguna. Camille apenas salía de sus clases, observó la furia con la que azotaba la lluvia, pero no podía quedarse todo el día en la universidad, tenía deseos de ir a la cafetería de Alexis, tenía ganas de verlo. Así que se armó de valor y dio inicio a su cometido.

El camino no era largo, pero le parecía eterno, el agua nublaba su vista, así cada paso le fue un desafío, una proeza que realizo con determinación. Así por fin llego a la cafetería, que para su sorpresa estaba cerrada… una tristeza combinada con un manto frio y mojado la acogieron, así quedo recostada en la paredes y se abrazó a si misma, aun lado de la cafetería, esperándolo ver, esperando hablar con él.

Una silueta se divisaba a lo lejos, Camille la miro con esperanzas, entre más se acercaba sentía su palpitar más rápido, ¿Será Alexis? Se cuestionó esperando estar en lo correcto. Sólo fue una silueta que pareció imaginar, así se desvaneció en la inmensa lluvia.

-Que tonta fuiste Camille…-Se regañaba a sí misma, un semblante de tristeza se apoderó de ella, unas cuantas lágrimas escurrieron, la lluvia las cubrió perfectamente.

-No eres tonta, yo no lo creo -Animó Alexis a un lado suyo, extendió su sombrilla para cubrir el mojado cuerpo de Camille.

-Al-Al-Al -Balbuceó avergonzada por verlo después de decirse eso.

-No digas nada Camille, ven entremos, no quiero que te resfríes -Sugirió sonriendo como de costumbre, la ayudo a ponerse de pie y ambos se dirigieron a la entrada trasera.

Alexis llevo a Camille a la mesa de siempre, ella quedo de pie y el entro a la cocina. Salió con un par de toallas y un poco de ropa de él. Camille pudo secarse, su ropa estaba empapada, tomo la ropa de Alexis y entró a la cocina. Él sólo espero afuera.

-Gracias, Alexis -Dijo saliendo muy ruborizada por el gesto de Alexis.

-Descuida, y dime ¿Por qué viniste con esta lluvia? -Preguntó un poco divertido.

-No le digas la verdad -Pensó Camille sonrojada. -Es que me gusta venir a… a… a comer, si… eso es-Se excuso riéndose nerviosamente.

-Pero hoy solo vine yo -Dijo sonriendo ante la escena que viva.

-Yo… ¡yo quiero cocinarte! -Exclamó abochornada sin pensar en lo que dijo.

-Bien, sígueme -Sugirió dando una de sus tantas sonrisas, tomó de la mano a Camille y la llevó hasta la cocina.

-¿A don-donde va-amos? –Interrogó sonrojada al sentir la mano de Alexis con la suya

-Vamos a que cocines -Aclaró él sin darse cuenta que ella había inventado esa excusa.

Así llegaron a donde se encontraba todo, varios refrigerados a los costados, varias parillas, estufas y un sinfín de utensilios para la preparación de alimentos se encontraban en esa sala.

-Tómate el tiempo que desees, yo terminaré los demás preparativos -Con una reverencia Alexis salió de la cocina.

-Bien Camille, este es el momento de impresionarlo -Exclamó para si misma muy entusiasmada.

Tomando los ingredientes y los cuchillos, empezó a moldear la comida, como era costumbre para ella, dejó que su talento la guiara dando cortes, rebanando verduras. Con pasos hermosos y sutiles en unos cuantos minutos finalizo con la preparación, había hecho unas pechugas cordón blue. Satisfecha de su platillo se dispuso a salir de la cocina.

Quedó perpleja al ver como Alexis había preparado el ambiente, apagando todas las luces se apreciaba un azul cielo producto de la lluvia que caía por toda la cuidad, unas cuantas velas puestas en todas las mesas rusticas dieron a Camille una reconfortante sensación de tranquilidad. Ella se acercó a la mesa donde siempre había comido, encontró una nota que decía “reservado.”

-Lo lamento señorita, esta mesa esta apartada para una mujer especial -Alexis se acercaba con una botella de vino.

-¿Especial? –Interrogó perpleja. Su corazón palpitaba muy rápido al ver como Alexis se acercaba más a ella.

-Si -Respondió con un semblante tranquilo y regalándole una sonrisa de las que tanto lo caracterizaban -Es para alguien muy especial… pero creo que no vendrá, gusta acompañarme mientras ella llega a hacerme compañía.

-¡No digas bromas Alexis! -Exclamó totalmente avergonzada.

-Pero no es una broma -Se acercó a Camille, hasta que ambos rostros estuvieron frente a frente, él se acercó mas a ella. Sonriendo acortó mas la distancia y se acercó a su oído -Pero no es una broma, esta silla está reservada para una joven muy especial. -Susurró en tono dulce. Tomo la bandeja de Camille y la sirvió en la mesa -¿Gusta acompañarme en esta comida?

-S-si -Fue la única respuesta de ella, se dirigió a la mesa, sus movimiento eran los de un robot, torpes y lentos. Su respiración era cada vez más rápida, sus manos iniciaban a sudar y las palpitaciones de su corazón eran más fuertes que sentía que su corazón iba a reventar en cualquier momento. Con esfuerzo se sentó en la silla.

Alexis serbia todo con delicadeza, sin que una gota de vino se le derramara, sin que las porciones de comida fueran más grandes que otras, colocando los cubiertos en orden perfecto.

-¿Cómo te encuentras? -Interrogó dando un bocado a su comida.

-Bien, gracias -Respondió más tranquila y un poco mas relajada.

-Ya veo porque el cocinero no puede cumplir con tus expectativas, esto esta delicioso -Felicitó dando otra probada -Y dime, ¿Por qué quieres ser chef? -Preguntó al terminar de comer.

-Creía que ya te lo había dicho -Comentó ruborizada ante la felicitación de Alexis.

-Creo que lo olvide -Dio una carcajada leve.

-Está bien -Dijo resignada ante la respuesta de él. -Para mí la cocina no es algo que se haga por necesidad, es un arte… al cocinar, es hermoso e indescriptible. Por eso quiero ser chef, para deleitar a las personas con todo clase de platillos.

-Así que eso era -Comentó un poco más serio -No es tan diferente como el mío ¿Ya te lo conté no es así?

-Creo que lo olvide –Exclamó apresuradamente, su rostro estaba totalmente rojo sin decir más puso las manos sobre su boca, evitando emanar alguna otra cosa vergonzosa.

-Descuida, -Rió. -En esta cafetería he visto todo tipo de cosas, todo tipo de emociones que no puedo describir, esta cafetería es una como una persona, experimenta de todo dentro de ella. Así que la funde para poder llevar todos esos momentos especiales a más personas.- Terminó mirando al techo con su mirada perdida en el.
-Alexis… No lo sabía -Pensó sorprendida. Intentó  tocar su hombro pero los nervios la traicionaron, trató de nuevo corriendo con la misma suerte.
-No importa, creo que me deje llevar -Se disculpó un poco avergonzado -Que dices si terminamos.

La comida siguió su curso, ambos estaban sonrojados, pero ninguno iba a expresar lo que sentía estando en compañía del otro, no querían arruinar tan hermoso momento. El tiempo transcurrió, la mayoría de velas se habían consumido, la lluvia llego a su apogeo. Para ambos seguía siendo el mismo momento, los mismos sentimientos se hacían más latentes a cada segundo que ambos se miraban. El teléfono del establecimiento resonó por todo el establecimiento arruinando la atmósfera que ambos estaban viviendo.

-Discúlpame un momento Camille, regresaré pronto -Alexis se levantó y fue a contestar el teléfono.
-S-si -Asintió nerviosa viendo alejarse cada vez más lejos -Reacciona Camille, no puedes seguir así todo el día -Murmuró entre dientes para no ser oída.

La llamada se prolongó más de lo que Camille hubiera querido, ella jugaba nerviosa con su copa de vino. El celular de ella también sonó, su sorpresa fue grande al saber que los maestros de la universidad querían hablar con ella al día siguiente, ella sólo sonreía contentando con un “si” a todo lo que le decían. Ella colgó, guardó su celular y notó que Alexis había ya terminado de contestar por igualmente su llamada.

-Y bien, ¿Era importante? -Preguntó muy entusiasmada ante las noticias que había recibido
-…No lo era, sólo… Tengo que salir -Respondió sonriendo, ocultando la noticia que del mismo modo que le habían dado -Lo siento Camille… debo partir ahora.
-…Está bien -Dijo un poco triste, el momento que pasaron había finalizado, pero disfrutó cada momento en su compañía, y todo mejoraba para ella.
Camille se puso de pie y tomo su ropa aun húmeda, se acercaba a la salida trasera, sin mirarlo prosiguió hasta abrir la puerta de salida. Sintió una brisa fría correr por todo su cuerpo, ella quedó inerte por unos segundos. Alexis se acercó decididamente hacia ella.

-Camille… -Llamó suavemente Alexis.
-¿Sí? -Interrogó dando la vuelta encontrándose con él a unos pasos de ella, trató de decir algunas palabras pero no emanaba alguna de su boca.

Alexis tomó suavemente la mano de ella, llevándola tiernamente hasta su mejilla; con la mano libre tomo la mejilla de Camile; ella estaba muerta de lo abochornada que se encontraba, sintió lo cálido de su mejilla, una tersa y suave piel. 
-Yo… -Balbuceó nervioso por no tener las palabras adecuadas para decir lo que estaba pensando. -¡Espero verte mañana! –Exclamó con entusiasmo, a pesar de que eso no era lo que quería decir.
-S-si… claro. –Soltó Camille algo confundida.
Al día siguiente la lluvia se había calmado, ahora sólo quedaba un clima nublado con algo de aire de por medio. Camille primero fue a la universidad a hablar con sus profesores, y después; como era de costumbre, fue a su café favorito…
-¿Se encuentra Alexis? –Preguntó directamente a una simpática mesera con la cuál ya había entablado pequeñas conversaciones en sus tantas visitas anteriores.
-Si, creo que está en la parte trasera. –Respondió con su tono alegre.
-Gracias. –Dijo Camille mientras se dirigía a dicho lugar.
Los nervios la mataban, y las manos le sudaban mientras caminaba dudando de que sí lo que iba a hacer era lo correcto. Llegó a la parte trasera del café y ahí encontró a Alexis sentado sobre una caja de madera con las manos sobre la frente, como si algo estuviera atormentándolo.
-¿Alexis? –Preguntó dudosa mientras intentaba encontrar sus ojos con los de él.
-¡Camille! –Gritó de golpe al ver a la fémina llegar de la nada. –Perdón, justamente estaba pensando en ti y que aparecieras justo enfrente de mí… -Expuso al ver la expresión de sorpresa combinada con espanto de ella.
-No te preocupes… -Dijo con las mejillas sonrojadas. –Y…  ¿Por qué pensabas en mí?
-Ah, ah… es por… -Reacciono evadiendo la pregunta de Camille. -Venías por algo en especial, ¿no es así? –Sugirió mientras se acercaba a ella y los dos se ponían más rojos de lo que ya estaban.
-Si… pero dime tú primero que era lo que ibas a decirme. –Comentó ella dándose cuenta de las intenciones de él de no responder.
-¡No, no! –Exclamó de golpe pero sin sonar grosero. –Tú viniste hasta aquí a decirme algo… vamos, dilo.
-Está bien… -Dijo Camille con un suspiro. –Mis profesores creen que tengo mucho talento… y han decidido darme una beca para irme a Paría a estudiar. –Ninguno de los dos mostraba alguna sonrisa al escuchar la “buena” noticia, y Alexis se dio cuenta de que su expresión estaba mal, así que rápidamente sonrió con alegría y tomó a Camille por los hombros.
-¡Felicidades, Camille! ¡Al fin han reconocido tu gran talento! –Exclamó haciendo que ella pusiera una mueca que demostraba su disgusto. -¿Qué pasa?
-Es verdad que estuve esperando esta oportunidad por mucho tiempo… pero la verdad es que no quiero irme y dejarte, porque yo te a-
-Voy a irme a Alemania. –Espetó sin dejar de Camille terminara o más bien esa era la intención.
Por unos momentos quedaron en silencio, pero después Camille comenzó a llorar a cántaros… Alexis no sabía que hacer así que tan sólo le dio un abrazo y dejó que llorara en su hombro.
-Ya veo… -Soltó ella después de un rato. –Así que eso era, entonces… -La dio la espalda y se acercó a la salida. –Creo que esto es un adiós, ¿No?
-Si, así es… -Dijo él mientras intentaba suprimir sus lágrimas. –Adiós, Camille… te amo.
-Si, y yo a ti.

Era una fiesta de lo más elegante, con personas de la alta sociedad en ella… una mujer de aproximadamente unos 45 años se acercó junto a otra más grande a un grupo de empresarios.
-Señores… -Exclamó la más grande. –Quiero presentarles a la reconocida chef, Camille.
-¡Oh! –Soltó el grupo de hombre a excepción de uno que se acercó discretamente a las mujeres e hizo una pequeña inclinación de cabeza.
-Ha pasado tiempo, Camille. –Dijo el hombre con una gran sonrisa en su rostro.
-Si, espero te encuentres muy bien. –Respondió la mujer con un semblante de delicadeza y felicidad.
-Mira, Camille… por allá se encuentran los Señores Machigan. –Murmuró la que acompañaba a Camille mientras la jalaba levemente por el brazo.
-Nos veremos después, Alexis. –Dijo Camille mientras caminaba lentamente.
-Si. –Soltó él con la mirada de aquél joven que se había separado de la única mujer a la cuál había amado.

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