The Ephemeral and the Eternal
El
cabalgar de un caballo resuena sin cesar, un sonido que resalta en medio de un
bosque. Pronto los cascos del enorme animal se detienen abruptamente, debido al
movimiento de su jinete a las riendas. Enfrente se muestra una señal de madera
marcada torpemente con indicaciones. Un hombre baja de un salto hasta el suelo,
su rostro se mantiene oculto bajo la sombra de su capucha, su atuendo no es más
que un compilado de ropas desgastadas y los agujeros revelan una piel
lastimada. Se acerca a la señal y quita el moho para leer lo escrito,
exponiendo una improvisada venda que se enrolla en su brazo, en un intento por cubrirla de los rayos del
sol que se cuelan por los árboles. La indicación es correcta y decide seguir adelante.
Voltea un instante al camino recorrido, una vereda llena de cuerpos de animales
en estado de descomposición y cuyo olor pestilente es intenso, obligándolo a
cubrir su boca y nariz con restos de vendaje que sobran por su cuello, una
acción que solo lo hace más soportable porque es imposible no percibirlo. Sube
de nuevo al enorme corcel y emprende la nueva dirección que aun no manifiesta
evidencias de aquello de lo que huye.
Al
final del bosque una pequeña vereda llena de piedras muestra crecimiento de
vegetación, una seña factible de que no ha sido cruzada con regularidad, sin
embargo poco a poco unas huellas aparecen, marcas recientes e
inconfundibles de un caballo avanzando a grandes zancadas. Esto lo hace cambiar su expresión a una
de preocupación y apresura las riendas de su equino amigo, su único acompañante
en este inesperado viaje. Y, aunque es solo una especulación, no puede
permitirse descansar, al menos no en esos momentos. El temor de que alguien
haya llegado antes que él invade su cuerpo.
A
la distancia un puente de piedra se dibuja, una construcción que permite cruzar
un
arroyo que amenaza con secarse.
Al otro lado aguarda un pequeño pueblo, una comunidad apartada de las demás por
un extenso y agotador camino. La fama de sus animales de pradera y perros de
cacería es muy distinguida. Las historias sobre este lugar son acogedoras y
formaron una vez parte de los sueños del hombre, es una pena que no esté ahí
por esas razones. Entra y se percata de que no hay personas a la vista y las
casas mantienen sus puertas cerradas. Al adentrarse observa finalmente
lugareños, pero no encuentra más que sus miradas frías, observándole desde
pequeñas hendiduras formadas por puertas y ventanas entreabiertas, quienes al
verse descubiertos, las atrancan con furia, como si eso pudiera evitar la
posible hostilidad de la anormal presencia que representa para ellos.
El
hombre sabe de inmediato que es esa sensación que recorre su cuerpo, si, parece
que ha llegado tarde. Se detiene en la única posada del lugar, amarra su
caballo a un viejo poste de madera astillada, entra al local y pide una
habitación. El dueño cede por cortesía o quizás la necesidad de estabilizar su
economía, no lo dice, pero su actitud deja leer entre líneas un rencor a los
foráneos que emergía por cada diminuto gesto.
Habitación
en la planta alta del local. Un cuarto luciendo minimalista, adornado solo con
un espejo de frente a una cama. El hombre lo encuentra bien, es suficiente para
él, se quita sus ropas y busca su reflejo en el espejo, lo encuentra
desagradable y peor de lo que se había imaginado, las vendas sueltas vuelven a
recordarle el deplorable estado de su piel. Una condición que ha visto antes y
cuyo final conoce de antemano. Es consciente de que no podrá escapar. Se cubre
con nuevos vendajes y espabila un poco. Baja y sale a caminar al pueblo.
Un herrero es lo
que necesita, su caballo no está en condiciones de seguir adelante. El hombre
considera una noche para la recuperación y, en caso de ser necesario:
sacrificarlo, conseguir otro primero es vital, porque aun no sabe si tendrá que sacrificarlo.
Camina
por las calles en busca del maestro del metal. Sin embargo es necesario decir
que es un extraño, y la herramienta más útil en esa situación es preguntar.
Golpea la entrada de algunas casas, pero es ignorado por la mayoría, y los
pocos que aún muestran un rastro de bondad, al final le cierran la puerta en la
cara.
El hombre debería de sentir indignación, quizás impotencia u odio, pero
entiende muy bien lo que sucede, que no hay razón para eso, la situación actual
lo amerita. El sol en lo
alto se mueve lentamente cuando en su caminar advierte una casa con una
herradura al frente, asume que ese podría ser el lugar que busca y entra sin
desidia. Un niño se cruza con él, un pequeño que tiene los ojos rojos de tanto
llorar. El hombre se aturde y de inmediato algunas imágenes pasan por su mente.
Si, un pequeño con una sonrisa y una piedra mal tallada que adorna tierra
amontonada. Desvanece un instante pero es regresado a la realidad por aquellos
llantos que no puede pasar por alto.
-¿Qué te ocurre niño?- pregunta
-¡Mi abuelo, mi abuelo está! -Dice
el chico entre sollozos
El hombre es encaminado por el
pequeño a una casa de madera a un lado. El lugar está en mal estado, la cocina
carece de madera y una olla colgada contiene caldo con un color verde
característico de comida perdida, el polvo de la habitación desvela pasos que apuntan a
un lugar en el fondo; otro cuarto
donde un anciano con las mismas marcas que él yace en una cama. Se escuchan
gritos de dolor, quizás impotencia. Sabe que no hay nada que pueda hacer, y
también sabe que no le queda mucho tiempo. Acompañarlo en sus últimos momentos
es todo lo que puede hacer por él, y hay una razón muy específica para ello.
Toma una silla de madera y cuero endurecido y mira atentamente al viejo,
reconoce las señales, son inconfundibles, Si, las mismas que se llevaron a su
esposa, llagas en la piel, delirio, dolor, ardor y algo más tácito que inunda
el ambiente.
El hombre se hunde en
reminiscencias; recuerdos de una vida que ha cambiado bastante rápido, acuden a su mente imágenes de una familia que se
siente lejana, como si fuera el sueño de una noche de verano. Los bosques que
una vez albergaron una gran diversidad de animales pronto quedaron vacíos,
cayendo lentamente durante días, semanas. Un aroma en particular alcanzó su
vivienda, su hijo fue el primero en mostrar los signos, su esposa lo siguió
casi al unísono.
Las noches en vela pasaron
lentamente, las plegarias al cielo no surtieron ningún efecto, cuando se dio
cuenta de que su cuerpo también había sido alcanzado notó que en todo el pueblo
ocurría lo mismo. Inició pronto una búsqueda desesperada por una cura que
terminó en fracaso, nadie sabía que estaba pasando, nadie podía hacer nada al
respecto. No pasaron muchos días cuando entre lágrimas, lamentos y un vacío
inexplicable tuvo que tallar en piedra un monumento, aquel que guardaría la
memoria de su hijo por toda la eternidad. Su esposa quedó tan destrozada que
prefirió dormir sin predilección de despertar. Ya eran dos lápidas labradas por
su mano, y sin interés ni intención de nada, esperó por una muerte que le fue
negada en ese momento.
-Algo había ahí- concluyó
La tarde ocurrió sin ningún
cambio, y claro, sin ninguna mejora. Ya era de noche cuando llegó el momento de
lo inevitable. El niño, el anciano y él, eran las únicas personas en la
habitación, sin
embargo el enfermo miraba a otro lado, acompañado de una sensación de terror
extremo. Inmediatamente recordó
los últimos momentos de su esposa, la fuerza con la que apretaba su mano, la
expresión de terror y que en lugar de verlo a él, su
mirada estaba en otro lado como si vislumbrara una entidad que los acompañaba.
Nuevamente
observa lo mismo y ahora ya no lo duda, ahí hay algo pero no logra mirar nada,
no hay nadie más en la habitación. El viejo empieza a temblar, ya no es dolor,
sino un terrible miedo que lo aturde, que lo hace morderse la lengua, dejándolo
en shock, inexpresivo, muerto.
El hombre agobiado por vivir
todo esto por segunda vez no puede encontrar el valor para simplemente irse. El
niño le recuerda que fue padre y también esposo. Una lágrima logra salir de su
rostro y cae de rodillas en un instante lleno de empatía, ahora más que nunca
es consciente de estar en el límite; el final del ineludible destino que
enfrenta y la posibilidad de que el camino lleno de cuerpos putrefactos que ha
recorrido pronto podría llegar a su fin.
Run
Won’t Change Anything
Ha
llegado la mañana y el cansancio ha logrado detener los llantos del niño, el
hombre durmió en el suelo y en su rostro las lágrimas de la noche anterior
dejaron líneas color carmesí que ahora están secas. Se levanta y cubre con una
sábana sucia el cuerpo del anciano. Al final del día ya tiene una nueva imagen
inmortalizada en su memoria, si, otro montón de tierra apilada, en la que una
herradura adornará eternamente el descanso de ese desconocido maestro del
metal.
Pocos
días han pasado, y como un diente de león en un día de tormenta, el pueblo fue
arrasado por un enemigo invisible que consumió su vida paulatinamente. El
hombre está acostado en la cama, su piel ha perdido rastro de su color natural
y las sábanas se tiñen con las escoceduras ocultas bajo la ropa. El niño está
aturdido, esto es demasiado, ya no es capaz de comer o salir a jugar, ese
hombre recostado es lo más cercano que tiene a una familia y sabe que pronto no
quedará nadie.
El
lapso que acompaña su tristeza es corto, sus padres perdieron la vida ante un
jinete en el bosque, su abuelo también
se ha ido, y durante los momentos más críticos, el niño le confiesa sus
temores.
-¡Por
favor no te vayas!- se escucha decir al pequeño
Sin embargo el hombre se siente feliz, finalmente la
hora que había estado esperando ha llegado, y nunca pensó terminar en un lugar
como ese, pero no es algo que le incomode.
-¡Si
yo sobreviví, tú también!- grita el niño
El
hombre cambia levemente su expresión, a una mueca indescifrable, sin darle un
verdadero significado a esas palabras. Y, el momento finalmente llega, cuando
las agujas del reloj parecen casi detenerse, en un suspiro ahogado, y el camino
parece que terminará pronto, se revela una misteriosa figura enfrente de él.
-Por
favor, sea quien seas, llévame con mi familia- dice el hombre con una expresión
de alegría, que contrasta con el cuerpo mutilado que posee.
La presencia
advierte su petición y duda un momento ante lo inesperado de las palabras, sin
embargo extiende su mano a él. El hombre intenta levantarla pero no puede, solo
voltea un momento a ver al niño, la expresión le cambia inesperadamente, observa que el
chiquillo también está mirando a esa presencia enfrente de él. Tiene la boca y los ojos abiertos de par en par, su respiración es completamente
descontrolada, hace pensar que en cualquier momento puede echarse a correr o
llorar con total pánico, pero eso no sucede, solo le observa, callado. Queda
atónito del evento, preguntándose porque.
-¿Puedes verla?- dice el hombre
con las últimas fuerzas que le quedan
Pero no fue
suficiente y el niño ignora el comentario, incontenibles lágrimas brotan por su
rostro, el dolor de una herida sobre otra que no había cicatrizado. Sin embargo es un niño, y no puede acarrear
el cuerpo de un adulto. Sus peticiones por ayuda fueron negadas, su presencia
fue considerada despreciable. La poca bondad que necesitaba para enterrar un
cuerpo fue pagada con golpes, desprecio y humillación, fue echado del pueblo
agonizante, sin esperanzas y sin compasión.
Soledad, tristeza y una
inocencia robada caracterizan al pequeño, quien ahora camina sin rumbo por
aquello que quedó marcado en su vida. La búsqueda de un ideal en un mundo
putrefacto. Tomó prestado un libro, una guarida para lo único que le queda. El
recuerdo de aquel hombre y la figura de esa presencia misteriosa.
The Memories of few can be the Nightmares of the others
¿Qué es un día en mi existencia? Mi
maldición, un absurdo precio por continuar mi vida. Recibido por la bondad de
sus corazones, exiliado por el odio que en verdad sienten hacía mi. ¿Qué soy yo? Un emisario, sin rumbo; un vagabundo.
Un portador
The Man from the earth have many dreams, but the reality have only
Nightmares
¿Por qué no morí? ¿Por qué sigo vivo? ¿Por
qué no puedo encontrarla?
Todo desvanece a mi alrededor, negándome
lo único que en verdad deseo, irrumpir esta soledad que ahora me consume, corrompe mi alma manteniéndome en un doloroso
borde entre de la verdad y el engaño.
Every moment is a step towards
to…
En
medio del bosque una luz da nacimiento a siluetas en los árboles, tenebrosas
sombras amorfas que se mueven inherentes al viento, ahí se encuentra un hombre
dormido junto a una fogata, no hay nadie más cerca, en su rostro rueda una gota
de sudor, quizás una pesadilla lo acompañe. Hace algunos sonidos que aseguran
que pasa por un mal sueño. Su pasado tal vez.
Sin
previo aviso su cuerpo se estremece, como si hubiera recibido un golpe
tremendo, sus uñas se clavan en la tierra de forma feroz, dejando con ellas un
surco de tres líneas de poca profundidad, presiona sus dientes con fuerza,
haciéndolos crujir al tiempo que presiona sus ojos. Mueve sus labios en un
susurro inaudible, un llamado desesperado, por un momento se puede ver el vapor
helado saliendo de su boca, la temperatura desciende de repente. El fuego que
hace unos segundos estaba avivado, ahora parece desfallecer lentamente ante pequeñas
corrientes de viento, vive y luego agoniza en una danza efímera pero no parece
morir, su luz se mantiene como un suspiro en medio de la oscuridad.
El
hombre abre súbitamente los ojos, recorre deprisa el lugar con ellos pero no
encuentra nada inusual, solo figuras de sombras que crecen con intención de
cubrirlo todo. Una sensación recorre su espina dorsal, fue un mal sueño es
seguro, sin embargo ha tenido un impacto tan grande que sus manos tiemblan sin
poder detenerlas. Nota la suciedad entre sus uñas y su cuerpo capta el frio que
envuelve al lugar. No es un frio proveniente del clima, sino de algo más, cuya
existencia aún no se puede explicar con palabras.
Los
primeros rayos del sol se cuelan a través de los árboles, anunciando el
nacimiento de un nuevo día, la fogata ya se ha apagado, y de ella se desprende
un hilo de humo blanco que sube hasta perderse en el cielo, se levanta de su
lugar para ponerse en marcha nuevamente y echa tierra para prevenir cualquier
accidente con el fuego, una costumbre que aprendió de niño, aunque ya no tiene
importancia en su pensar. Se inclina un poco y toma una bolsa de tela que lanza
sobre su espalda, sin más continúa su caminar, su búsqueda por su propia
verdad. Sobre su mano derecha sujeta un libro con aspecto maltratado, lo ojea
un poco mientras se dirige a la salida.
El
bosque termina, y una pradera se dibuja enfrente de él. Cerca de ahí observa un
pueblo y decide ir en esa dirección. Al cruzar la entrada se percata de un
silencio absoluto; este es otro pueblo fantasma, una señal obvia de que estuvo
ahí antes. Cada paso que da golpea en su memoria, armando como si fuese un
rompecabezas ese camino que robó la inocencia que tanto lo caracterizaba de
niño, acarreando a su espalda algo invisible que solo trae desgracia donde sea
que vaya. Con un objetivo en mente busca entre los escombros algo que le pueda
ser útil, pero conforme pasan las horas no encuentra nada. Se sienta fuera de
una casa abandonada y abre de nuevo el libro. Empieza a hojearlo
Las
hojas del libro contienen su alma, grabada en tinta durante los largos años que
ha durado su travesía. Tantos lugares descritos en sus palabras, ciudades
enteras que han desaparecido por su culpa, una que lleva consigo día a día, no
quiere olvidarlas, pues siempre ha dejado una secuela de tristeza, soledad,
muerte. Alguna razón lo ha llevado de regreso a este mismo pueblo, en donde el
vacío lo golpea en el rostro, como si fueran bofetadas cargadas de culpa y
desesperación.
No
es recomendable quedarse por mucho tiempo, lo sabe muy bien. ¡Es mejor
largarse!
Cierra
el libro, y en su portada están las iniciales de un hombre cuyo nombre
desconoce y que era el dueño original, un hombre que ha sido el único cuya
expresión no fue de horror como todos los demás enfrente de ella, de nuevo
piensa en ella, si, una presencia de la cual está convencido tiene un enlace
que lo ha observado sobrevivir a su maldición. La sensación de que ella tiene
respuesta que él desconoce lo motiva, no, sería más correcto decir que lo obsesiona
con una fuerza terrible capaz de sobreponerse a
las pesadillas que lo atormentan, una razón que justifica su vida.
-¿Otra vez no te encontré? ¿Cuánto tiempo
debe pasar para que la vuelva a ver? -
Escribe en el libro.
-Como si fuera el sueño de una noche de verano,
sigo con vida, aferrándome a una existencia que solo logro ver a lo lejos.
Sus
pasos lo llevan a un gran cementerio, se detiene justo en la enorme puerta de
metal, o lo que queda de ella, que ya esta oxidada y algo resquebrajada por el
pasar del tiempo, el chillido que hace la verja al ser golpeada por el viento,
es molesta pero es atrayente. Sin dudar un tan solo segundo, encamina sus pasos
hacia adentro, pasando entre las tumbas.
-¿Qué
es esta sensación? Algo percibo en el ambiente, es frio; Intenso- Escribió en
el libro.
Una
sonrisa se forma en su rostro, ella podría estar aquí. ¿Acaso su búsqueda
desesperada ya había terminado?, podría verla al fin después de tanto tiempo,
siente su cuerpo temblar ante esa posibilidad. ¿Podría su viaje haber terminado
al fin de cuentas?
Los
pasos pronto se transformaron en enormes zancadas, tumba tras tumba esa
sensación parecía inmutable, la posibilidad de que todo llegaría a su fin lo
movía como una obsesión inmaculada, ocupando su mente sin darle espacio a nada
más. Corrió por senderos de lápidas interminables y a pesar de que parecía el
lugar perfecto no encontró rastro de lo que buscaba, la esperanza era tan
grande que tuvieron que pasar horas para que desistiera.
Frustración
e impotencia eran expresiones que mostraban su rostro, y el gran dolor que
conlleva tener esperanzas desvanecidas. Derrotado. El nivel que había tenido
que soportar todos estos años era más que suficiente, se detiene en una tumba
en particular con letras muy grandes talladas. Se deja caer en el suelo, y
empieza a recordar en su cabeza lo que ha sido de su vida. Al parecer ya no
importa.
Saca
un pequeño cuchillo de su cintura y hace dos cortes profundos en sus manos. La
sangre fluye por su cuerpo, la sensación de sueño pronto lo alcanza, hace frío
y lo percibe justo por haber llevado una vida de destrucción. Sus ojos empiezan
a cerrarse, no puede evitarlo pero no es una idea que le desagrada, sin embargo
algo aparece enfrente de él, lo que siempre estuvo buscando, ella.
-¿Por
qué ahora? -Pregunta débilmente– Yo…
siempre he estado buscándote, me mantuve con vida para encontrarte y al final
tú me has encontrado-
Every moment of life is a step
towards death
-He
visto tu vida a lo largo del tiempo, tan frágil y pasajera, viene siendo como
el esplendor de una mañana cargada de neblina, o el manto rasgado de una
reciente noche que ya se extingue, bajo los fieros rayos de luz vespertina. Ha
llegado al fin tu momento, vengo por ti-
-Yo siempre te he estado buscando
–Balbuceo con una mueca de sonrisa en su rostro-
-¡Has
caminado en busca de un ideal, no de mí! –Refutó con su estridente voz- ¡No
sabes nada! ¿Qué es la Muerte? Escucho a todo el mundo preguntárselo por lo
menos una vez en la vida. Es solo una palabra, una etiqueta designada por
ustedes para dar nombre al final de su ciclo.
La muerte es la única que tiene derecho a llevarse una vida, ya que
todas ellas le pertenecen, la Muerte es dulce, claman los poetas en medio de su
agonía, pero mi antesala tiene fama de ser realmente cruel. Esas son las
palabras de todos.
El hombre soltó un suspiro, preparado de
lo que se venía, solo era cuestión de segundos y ya todo habrá terminado, pero
quiere escucharle, quiere saber lo que ella tiene que decirle.
-¡Nada
puede romper el ciclo!, pues quienes
nacen mortales caminaran tarde o temprano hacía su propio fin. Todos los
senderos llevan a mis brazos, ¡es imposible escapar! No necesitabas buscarme,
yo te iba a encontrar. Con tanta
seguridad afirmo esto, que te he dado una vida de ventaja.
-Quizás tengas razón, pero ha de haber
sido duro trazar este sendero tu sola. - se escucha decir al joven-
La muerte hace un gesto que desconocía de
sí misma.
-¿Sola?
No entiendo, ¿Por qué no tienes esa expresión como todos los demás?
La muerte, siempre temida, pero jamás
reconocida.
-Yo solo quería estar contigo, eso me
mantuvo con vida y finalmente estás aquí
¿Qué
es esto que siento en mi interior? Él me ha hecho esto. Es como cuando llego a
un campo de batalla donde hay miles de cuerpos entregados a las garras de la muerte, ¿Es esta la
expresión que me muestran los soldados? ¿Es esto lo que sienten?, algunos un
alivio indescriptible porque pronto el dolor se irá y otros una verdad
asfixiante porque no quieren morir. ¡Es un error! Todo esto está mal. Pero ¿por
qué? He observado a este hombre caminar por el mundo, a su paso quedan veredas
completas de cuerpos en descomposición, y él siempre ha sido capaz de verme.
¿Esto
es la compañía? ¿Acaso no disfruté verlo durante todo este tiempo? ¿Un rostro
por vida? ¿Qué es la soledad? ¿Mi
existencia es la soledad? Desde siempre he estado así ¿Eso lo hace correcto?
¿Por qué me pregunto todo esto? Ese hombre ha causado algo que no comprendo.
Este
es el tipo de hombre que no puedo llevar. Yo no quiero llevarlo.
La sangre de la
herida fluye haciéndolo agonizar pero levanta su mano hacia ella. La muerte
tiene un impulso, un gesto se dibuja como nunca antes se había visto. Una
sonrisa. El hombre también sonríe. La muerte entonces lo agarra de la mano. Ha
ocurrido solo un instante más, y ahora tiene un montón de huesos enfrente de ella.
On my eternal road, he shows
me the ephemeral bond. It Was At the Ephemeral Moment of Holding the Hand OF the
Eternal
Siempre
he estado sola, es como he conocido mi propia existencia, tal vez tuve un
pequeño momento indescriptible con este hombre, un segundo de armonía, pero fue un momento fugaz, tan efímero que ya
lo siento desaparecer en mi propia esencia, y cuando ocurra, volveré a estar sola.
Como
siempre ha sido.
¿Qué es mi existencia? Uno, cien, mil años.
¿Cuál es la diferencia? Un impulso efímero
tal vez. Nacer significa morir, y mi eterna
existencia es una que nunca podrá perecer. Si, una que jamás podrá vivir.